Es una de las grandes damas de la danza contemporánea. Norteamericana afincada en París , Carolyn Carlson fue alumna y musa del coreógrafo Alwin Nikolais, del que aprendió a valorar la intuición y la improvisación como motores del arte. El 2 de julio presenta en el Festival de Granada Writings on Waters, en la que culmina sus 30 años de estudio del budismo zen. La obra viajará después a Sevilla, Salamanca y Barcelona.
Esta semana inicia una gira en España con una de sus últimas creaciones,Writings on Water, (Escritos en el agua),que se presenta dentro del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, donde también va a impartir un taller a profesionales. La obra se verá también en Sevilla, Salamanca, Barcelona y el Festival de Otoño de Madrid. Bien armada con el enorme listado de preguntas que le había enviado con antelación, la llamo por teléfono. Amable y directa arranca a hablar sobre su forma de trabajar .
Canalizar la intuición
“He leído tus preguntas y son muy interesantes”, me dice, “pero mira, el arte es lo que es. Pensamos demasiado”. “Mi trabajo no es lineal. No trabajo con la narrativa, no cuento historias”, explica. “Siempre me ha inspirado la poesía, no admite una relación intelectual. Funciona con la intuición y yo trabajo con pensamientos no lineales. Sin embargo, y a diferencia de una pintura abstracta que ves y te permite pensar lo que quieras, el bailarín es un ser humano y por eso el público no lo relaciona con ideas abstractas. Me interesan ideas que hagan que el público se abra a su propia imaginación y que le hagan sentirse partícipe de mis creaciones”. Respecto a su inspiración y a cómo surgen las primeras formas de un trabajo, Carlson añade: “Todo los movimientos que hago se crean a la par que los conceptos. Es posible que el movimiento en sí me inspire, pero no es lo habitual. Trabajo con el concepto y con una idea y los movimientos llegan después. El oficio te aporta mecanismos para canalizar la intuición.”
-En Writings on Water y en muchos de sus trabajos utiliza el cuerpo, un elemento muy concreto, para expresar un contenido filosófico. Es decir, el contraste entre lo físico y lo efímero. ¿Cómo funciona esta relación en sus obras?
- Para mis coreografías utilizo gestos que son la intención del concepto. Mis movimientos están al servicio de estos conceptos e ideas. Y por eso, entre otros motivos, elegí trabajar con el compositor Gavin Bryar. Su música tiene una cualidad mística. No sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Esto es el arte. No es lo que tu quieres, es lo que tiene que ser.
En este momento interrumpe la conversación mi hija Hannah que quiere que le ayude a vestirse con unas telas de fantasía. Atando aquí y allá sale ataviada con un espectacular traje morado. Carolyn escucha nuestra conversación. “Esto es arte”, insiste, “ponlo en la entrevista. Con la gente que tengo a mi lado trabajo con la improvisación. Se ponen un vestido morado y lo encuentro maravilloso. Trabajo con bailarines que generan muchas ideas. Yo les aporto la poesía y ellos me dan movimiento”.
Musa de Alwin Nikolais
Hablamos de Nikolais, el emblemático coreógrafo estadounidense cuyos conceptos sobre el espacio, la forma, la energía y el tiempo fueron rompedores y le llevaron a responsabilizarse durante medio siglo de todos los aspectos de sus creaciones: coreografía, música, iluminación, escenografía y vestuario. “Creo que Nikolais fue el gran maestro del siglo XX. Todavía utilizo las bases de su técnica, de su trabajo con la composición y la improvisación cuando imparto mis clases”, dice Carlson. “Nos dio herramientas para imaginar y soñar el tiempo, el espacio y el movimiento. Dejó que cada persona desarrollase su propio trabajo. Creo que lo más importante de su mensaje es que la forma está al servicio de la idea. La forma convierte la intención en realidad”.
Entra Hannah de nuevo buscando algo para combinar con sus elegantes faldones. Carlson aprovecha la circunstancia para realizar otro comentario sobre el proceso creativo. “La inocencia es la base del arte. Si eres capaz de arriesgarte a la hora de crear, tienes que hacerlo con inocencia. Pon esto en la entrevista”, me insta, “lo dijo Nik”.
-Su faceta de intérprete está muy ligada a sus creaciones. ¿Qué considera que es el motor interno de su trabajo?
- Compartir el aspecto espiritual y místico que es parte fundamental de mí. Nuestra perspectiva occidental es muy racional e intelectual. Pero en el arte existen cosas que no podemos explicar: se trata de la intuición, de los sueños. El arte es espontáneo, existe en el momento. Encuentras la idea y ya está. Las ideas se agarran del aire. Todo es cuestión de intuición.
-El texto del programa de mano de Writings on Water habla de la recuperación de la memoria, y de la relación entre el individuo y el gran espejo cósmico. ¿Qué se propone con este trabajo?
-Llevo treinta años estudiando el budismo zen. Writings on Water es la culminación de todo el trabajo espiritual que me he atrevido a realizar. Estoy en el escenario detrás de una mesita, en un estado meditativo. No es el tipo de trabajo que está de moda ahora. No es un producto de mercado.
-¿Cómo fue el proceso de creación con Gavin Bryars?
-Conozco a Gavin desde hace años y ya había trabajado con dos composiciones suyas. Tiene un oído musical que me interesa muchísimo. Le conocí en Venecia. Pensaba que sería una persona mística y llegó y me dijo inmediatemente: “¿Dónde está la cerveza?”. Tiene algo que me recuerda a Nikolais, algo que tienen todos los maestros de Zen. Son personas muy evolucionadas pero a la vez muy concretas y normales. Le comenté mis ideas sobre la memoria cósmica y quiénes éramos antes de nacer. Le impresionaron. Yo me considero una coreógrafa espiritual, pero pragmática. Yo trabajo el cuerpo como instrumento y él la música.
El arte no se explica
Carlson sigue hablando, es un torrente de ideas y palabras en las que defiende lo dionisíaco del arte: “¿Te cuento un koan zen (una parábola)? Una monja zen huía de unos tigres, llegó al borde de un precipicio y se cayó, agarrándose a una enredadera. Había tigres al fondo y un ratón empezó a mordisquear la enrededera. La monja vió una fresa. La olió, la comió, y dijo, ‘Qué maravilla’. Y lo intenta explicar: “El arte se encuentra en el momento inesperado, lo aceptas por lo que es y eso es la danza para mi. Se abre el telón, la ves y desaparace. Vive en el recuerdo. No hay nada que explicar. Como dice Mick Jagger, lo que ves es lo que es. El arte, en cuanto lo explicas, se desvanece. Lo más importante es que no sabemos de dónde viene”.
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